Cuentan las crónicas de antaño que Sir Francis Drake revolucionó el mundo de su época renovando las actividades de la piratería al servicio de un estado, el inglés, que consiguió con las actuaciones de éste enriquecer las arcas de la nación gracias a toda una serie de bucaneros, súbditos de la corona británica y poseedores de las archiconocidas patentes de corso, expedidas con primacía temporal por el cuestionado monarca Enrique VIII.
El reducto conocido en el siglo V antes de Cristo como La costa de los piratas se convirtió en el terror de comerciantes fenicios; La Cólquida (actual Georgia) sufrió el acoso y derribo de la presencia de innumerables piratas grecos, encabezados por Jasón; Roma sufrió de la presión bucanera en su comercio y finanzas desde las montañas de Cilicia, hasta las serenas aguas del mediterráneo.
Vikingos, berberiscos, hindúes...
Durante la larga historia de la humanidad parece obligada la existencia de los corsarios, que con independencia de la mayor o menor fortuna de sus acciones según los intereses a los que servían, no dejaron indiferentes a nadie. Su repercusión en el plano socioeconómico ha sido indudable a lo largo de los siglos; su realidad es presente en los medios de comunicación en la actualidad debido a los estragos que están causando en la actualidad.
En los últimos días Occidente se ha hecho eco de la "existencia" de la amenaza de la piratería. Indonesia, Malasia y ahora con más fuerza que nunca Somalia, son los países que albergan a la mayoría de los piratas del siglo XXI.
Las cartas de navegación han sido sustituidas por modernos sistemas de localización GPS; la intuición previsora ha mutado a un rastreo exhaustivo. Esta nueva forma de robo a gran escala está comenzando a afectar a una escala jamás sospechada. Leía con cierto interés una noticia hoy en uno de los periódicos de mayor tirada en nuestro país que narraba como el sector de las telecomunicaciones, y más en concreto el de los videojuegos, se está viendo profundamente resentido de las actividades de bucaneros, que impiden que remesas lleguen a su destino en el plazo previsto, en el mejor de los casos. En época de crisis global son renovadas toda una serie de actividades ilegales que por su gran rentabilidad financiera no tienen visos de marcha atrás.
La atención mediática está centrada en el Índico gracias a los consabidos bucaneros somalíes, que han hallado uns grandes amigos en el AK-47 y el RPG-7. Una dedicada visión con tintes sensacionalistas sobre un problema endémico.
El reducto conocido en el siglo V antes de Cristo como La costa de los piratas se convirtió en el terror de comerciantes fenicios; La Cólquida (actual Georgia) sufrió el acoso y derribo de la presencia de innumerables piratas grecos, encabezados por Jasón; Roma sufrió de la presión bucanera en su comercio y finanzas desde las montañas de Cilicia, hasta las serenas aguas del mediterráneo.
Vikingos, berberiscos, hindúes...
Durante la larga historia de la humanidad parece obligada la existencia de los corsarios, que con independencia de la mayor o menor fortuna de sus acciones según los intereses a los que servían, no dejaron indiferentes a nadie. Su repercusión en el plano socioeconómico ha sido indudable a lo largo de los siglos; su realidad es presente en los medios de comunicación en la actualidad debido a los estragos que están causando en la actualidad.
En los últimos días Occidente se ha hecho eco de la "existencia" de la amenaza de la piratería. Indonesia, Malasia y ahora con más fuerza que nunca Somalia, son los países que albergan a la mayoría de los piratas del siglo XXI.
Las cartas de navegación han sido sustituidas por modernos sistemas de localización GPS; la intuición previsora ha mutado a un rastreo exhaustivo. Esta nueva forma de robo a gran escala está comenzando a afectar a una escala jamás sospechada. Leía con cierto interés una noticia hoy en uno de los periódicos de mayor tirada en nuestro país que narraba como el sector de las telecomunicaciones, y más en concreto el de los videojuegos, se está viendo profundamente resentido de las actividades de bucaneros, que impiden que remesas lleguen a su destino en el plazo previsto, en el mejor de los casos. En época de crisis global son renovadas toda una serie de actividades ilegales que por su gran rentabilidad financiera no tienen visos de marcha atrás.
La atención mediática está centrada en el Índico gracias a los consabidos bucaneros somalíes, que han hallado uns grandes amigos en el AK-47 y el RPG-7. Una dedicada visión con tintes sensacionalistas sobre un problema endémico.
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