La turtuosa senda de la vida nos depara continuamente un sinfín de pequeños atajos que en ocasiones conforman una curiosa maraña, que si bien nos aportan una experiencia vital en determinados casos inestimable, en otros no es más que la plasmación reiterada de una serie de determinadas realidades carentes de posible futuro conocimiento adquirido.
Es curioso porque cuanto más va pasando el tiempo vital del que disponemos en esta maravillosa aventura que es para algunos de nosotros la vida, uno observa que los márgenes de nuestro camino se van ensanchando o estrechando, dependiendo de ello en gran medida de la actitud y rectitud de la que cada uno haga gala en cualquiera de esas situaciones. Cualquier supuesto puede ser visto desde cualquier prisma posible; una realidad en forma de diamante pulido con decenas de caras, que aportan al espectador una visión diferente para cada caso de lo que ante sus ojos se muestre dependiendo de cada una de éstas.
Uno hecha la vista atrás y disfruta del recuerdo de vivencias pasadas como si fuesen actuales; en otro casos el autoconvencimiento de lo efímero de otros episodios hace que el mero recuerdo para algunos pueda ser francamente doloroso. Una dolorosa autosugestión vacua. Victorias y fracasos forman parte del día a día de nuestra existencia, y la conjunción de ambas ideas dan nacimiento a personas realmente interesantes. Ese embrujo bohemio que envuelve, cual cálida manta, a la experiencia en forma de dolor o sufrimiento hace que todo tenga un sentido muy distinto. En una ocasión conocí a alguien que llamó mi atención sobre "aquellos sensacionalistas" que disfrutan de la narración de experiencias harto dolorosas propias para mostrarse personas dignas de interés para los ojos de cualquiera; son la otra cara de una misma moneda.
Mi atención se centra sin embargo en aquellos juguetes rotos: desdichados y desdichadas que temen mostrarse tal y como son y se muestran al resto de la humanidad como emblemas icónicos del "deber de ser". Personas fictícias en definitiva; fantasmas, y no en el sentido cómico que solemos darle, si no en el sentido más trágico de la palabra.
Los alegatos a lo Naomi Klein sobre el no dejarse engañar por la apariencia y por el querer gustar a tus semejantes a toda costa, incluso a riesgo de perder la propia esencia de la persona, están ya tan trillados que nadie se los cree. Forman parte de un plano tan equidistante que han sido condenados al ostracismo. ¿Quizá para siempre?. En ocasiones uno se pregunta que fue de aquel yo de según que personas que en un momento determinado dieron un giro de 180 grados y decidieron encauzar su vida por una via completamente distinta, sustituyendo su propio "yo" por otro. No hablo de evolución, sino de transmutación; un cambio a un "yo" de perfil egoísta que traiciona a la propia persona y que la corroe como uno de esos virus de los que en ocasiones la gente que prefiere ignorar su existencia.
Kundera, Miller, Houllebecq... autores que hablan de la desintegración del yo; alegatos en voz alta y plasmados en el papel que no dejan de ser reflexiones sobre crudas realidades. Fotografías en tono sepia de pasajes de vidas con nombres propios; ejemplos en definitiva palpables los mostrados por ellos como meros datos dignos de consideración para nuestro cuaderno de bitácora.
Durante un cierto tiempo tuve la fortuna de poder viajar sin descanso alrededor del Globo y pude tomar algunas de esas fotografías mentales que con posterioridad son analizadas a modo de cierta revelación y que conforman un artículo como el que estáis ya a punto de finalizar. Gente de toda etnia, clase social...; gente del carpe diem, gente del "ante todo asegurar el futuro"... Multitud de personas y personajes, paradigmáticos algunos de ellos si os soy franco, que se muestran con o sin temor a la vida. Al día a día en definitiva.
Ni somos iluminados ni pretendemos serlo. No somos mejores aunque puede que nuestros actos en ocasions lo sean en comparación a los del resto.
Sólo analizamos, vivimos y disfrutamos. Esa es la idea.
P.D.: por aquellos encuentros casuales de horas perdidas que marcan a alguien para siempre.
Es curioso porque cuanto más va pasando el tiempo vital del que disponemos en esta maravillosa aventura que es para algunos de nosotros la vida, uno observa que los márgenes de nuestro camino se van ensanchando o estrechando, dependiendo de ello en gran medida de la actitud y rectitud de la que cada uno haga gala en cualquiera de esas situaciones. Cualquier supuesto puede ser visto desde cualquier prisma posible; una realidad en forma de diamante pulido con decenas de caras, que aportan al espectador una visión diferente para cada caso de lo que ante sus ojos se muestre dependiendo de cada una de éstas.
Uno hecha la vista atrás y disfruta del recuerdo de vivencias pasadas como si fuesen actuales; en otro casos el autoconvencimiento de lo efímero de otros episodios hace que el mero recuerdo para algunos pueda ser francamente doloroso. Una dolorosa autosugestión vacua. Victorias y fracasos forman parte del día a día de nuestra existencia, y la conjunción de ambas ideas dan nacimiento a personas realmente interesantes. Ese embrujo bohemio que envuelve, cual cálida manta, a la experiencia en forma de dolor o sufrimiento hace que todo tenga un sentido muy distinto. En una ocasión conocí a alguien que llamó mi atención sobre "aquellos sensacionalistas" que disfrutan de la narración de experiencias harto dolorosas propias para mostrarse personas dignas de interés para los ojos de cualquiera; son la otra cara de una misma moneda.
Mi atención se centra sin embargo en aquellos juguetes rotos: desdichados y desdichadas que temen mostrarse tal y como son y se muestran al resto de la humanidad como emblemas icónicos del "deber de ser". Personas fictícias en definitiva; fantasmas, y no en el sentido cómico que solemos darle, si no en el sentido más trágico de la palabra.
Los alegatos a lo Naomi Klein sobre el no dejarse engañar por la apariencia y por el querer gustar a tus semejantes a toda costa, incluso a riesgo de perder la propia esencia de la persona, están ya tan trillados que nadie se los cree. Forman parte de un plano tan equidistante que han sido condenados al ostracismo. ¿Quizá para siempre?. En ocasiones uno se pregunta que fue de aquel yo de según que personas que en un momento determinado dieron un giro de 180 grados y decidieron encauzar su vida por una via completamente distinta, sustituyendo su propio "yo" por otro. No hablo de evolución, sino de transmutación; un cambio a un "yo" de perfil egoísta que traiciona a la propia persona y que la corroe como uno de esos virus de los que en ocasiones la gente que prefiere ignorar su existencia.
Kundera, Miller, Houllebecq... autores que hablan de la desintegración del yo; alegatos en voz alta y plasmados en el papel que no dejan de ser reflexiones sobre crudas realidades. Fotografías en tono sepia de pasajes de vidas con nombres propios; ejemplos en definitiva palpables los mostrados por ellos como meros datos dignos de consideración para nuestro cuaderno de bitácora.
Durante un cierto tiempo tuve la fortuna de poder viajar sin descanso alrededor del Globo y pude tomar algunas de esas fotografías mentales que con posterioridad son analizadas a modo de cierta revelación y que conforman un artículo como el que estáis ya a punto de finalizar. Gente de toda etnia, clase social...; gente del carpe diem, gente del "ante todo asegurar el futuro"... Multitud de personas y personajes, paradigmáticos algunos de ellos si os soy franco, que se muestran con o sin temor a la vida. Al día a día en definitiva.
Ni somos iluminados ni pretendemos serlo. No somos mejores aunque puede que nuestros actos en ocasions lo sean en comparación a los del resto.
Sólo analizamos, vivimos y disfrutamos. Esa es la idea.
P.D.: por aquellos encuentros casuales de horas perdidas que marcan a alguien para siempre.
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