Jean-Jacques Rousseau se caracterizó durante toda su obra por una premisa básica, "el hombre es bueno por naturaleza". Quienes han creído ver en ella una máxima categórica de influencia religiosa no van descaminados, aunque hay quienes por contra creen que la ideas al respecto planteadas por el autor son cuan menos que erróneas, hallando éstos en la literatura un caldo de cultivo para sus clamores ideológicos.
En sus para mí dos obras clave, Emilio y De la Educación, tratados filosóficos de incalculable valor en los que Rousseau hace referencia a la naturaleza del hombre, y más en concreto en su relación con la sociedad como ser particular. Gracias al sostén que supone la educación para los hombres, Rousseau encuentra en ella la cura vírica para la que él es la pandemia de un sistema corrupto.
Curiosa reflexión sin embargo hallamos en una obra publicada en 1954 y que es sin duda clave de la literatura contemporánea: El señor de las moscas, obra del otrora premio Nobel de literatura William Golding. El británico da un giro de tuerca a la idea planteada por el ilustrado helvético bajo un planteamiento sencillo: Un avión que transporta a unos estudiantes británicos, se estrella contra una isla desierta, siendo los únicos supervivientes los niños pasajeros, viéndose obligados a sobrevivir sin ningún adulto...
Para aquellos que conozcan la obra sabrán el porqué del final desolador de la obra. Muchos críticos han querido ver el ésta una profunda exploración sobre dos cuestiones en particular, no yendo descaminados: la civilización contra la barbarie y la pérdida de la inocencia infantil. Cada uno de los personajes pretendería ser el paradigma de alguna virtud o por contra de algún vicio: la civilización y el orden, la razón y la cordura... el deseo de poder y la maldad, la crueldad y el sadismo...
Sin embargo la profunda intención que subyace sobre la otra es la de que la ausencia de un orden moral y legislativo hace de los hombres seres destructivos y que aún poseyendo cierta bondad implícita quizá, se ven sometidos al yugo de la incivilización asocial. He ahí por tanto la discusión en cierto sentido doctrinal entre la obra filosófica de Rousseau y la novela de Golding: polos que chocan ante dos formas de entender la realidad de la existencia del ser humano, y en definitiva sobre la cuestión de cual es la verdadera esencia de éste.
La ciencia desde mediados del pasado siglo, y con una mayor fruición en las experimentales épocas para la sociedad de los cincuenta y los sesenta dedicó muchos de sus esfuerzos en la rama de la psiquiatría (en su vertiente más socio-experimental) en tratar de examinar la esencia del ser humano y cuales son los condicionantes que lo bendicen como una creación racional extraordinaria o por contra lo pervierten como el peor de los animales: Robber´s cave, Stanford´s prison, Rosenhan, Asch o Milgram por citar tan sólo algunos experimentos usaron a seres humanos como meras cobayas a fin introspeccionar quizá en los más hondo de la existencia de éstos.
Sea como fuere la existencia del ser humano está viciada, ya sea por su esencia como tal (¿quizá una extensión del cristiano "pecado original"?), bien por una sociedad involucionada que puede llegar a convertir en monstruos a seres maravillosos.