El Barça dió por finalizada ayer tras la derrota frente al Manchester United su andadura europea en la presente temporada, y con ello también acabó con la ilusión de los millones de aficionados que el club tiene alrededor del mundo.
Una grave desilusión. La crónica de una muerte anunciada.
En 2003 se inició un proyecto emprendedor e ilusionante en "Can Barça" comandado en la directiva por un pletórico Joan Laporta, guiado en el área técnica por un Frank Rijkaard deseoso de mostrar que tras un gran jugador se hayaba un entrenador en ciernes y encabezado por un jugador que llegó a asombrar al planeta, convirtiéndose en el mejor jugador del mundo: Ronaldinho.
Los frutos no se hicieron esperar más que una temporada de transición: 2 ligas, 2 supercopas de España y una Champions League conseguida tras una trepidante final en París. Sin embargo para desgracia del barcelonismo el punto de inflexión que fue la consecución de éste último trofeo supuso un duro agravio al proyecto ya que la sensación de tocar el cielo puede ser sumamente estimulante, a la par que gravosa.
La temporada siguiente sin embargo fue un rotundo fracaso, no alzándose el equipo con ninguno de los títulos a los que aspiraba..., como ha ocurrido en la próximamente clausarada sesión. Se cimentaron los cimientos del principio del fin.
Actualmente estamos ante un equipo que ha trasladado su crisis de resultados y de juego al panorama institucional. Aquel Laporta que ilusionaba a la afición se ha convertido cinco años después en una especie de monigote mediático que no favorece en absoluto a los intereses del club, buscando más el suyo propio. Intentando relanzar una carrera política que se asomó ya en la época de la creación del Elefant blau dota al club de una perspectiva política que poco o nada tiene que ver con el verdadero espíritu de un club deportivo como es el Barça. Y es que el F.C. Barcelona es y será siempre un club deportivo. La perspectiva del Més que un club no debe de extrapolarse a la idea de usar como adalid a una entidad deportiva para la consecución de un sinfín de objetivos políticos.
Desde luego ahora estamos ante una larga etapa de reflexión. Los cambios se avecinan. Pero la afición clama por el que éstos no sean meros parches, sino cambios profundos en la forma de hacer las cosas; en síntesis: en la concepción del club. No como un objeto con fines mercantilistas o un bastión político. Es extraordinario que tu club aparezca en campañas publicitarias como las de Nike a nivel internacional porque contribuyen a que el aficionado de a pie se sienta aún más si cabe orgulloso de apoyar a unos colores; es muy positivo que el seno de un estadio sea un lugar en el que, como ha ocurrido históricamente, la gente pueda hallar un centro en el que la libertad de expresión sea la protagonista. Pero como veis éstas ideas no tienen que relacionarse con las primeras en absoluto.
El punto de mira en primer lugar se centrará en el banquillo y en los jugadores de la plantilla. Ya suenan Pep Guardiola y Luis Enrique (como segundo entrenador) para sustituir a Rijkaard; un auténtico listín de nombres de altas y bajas ya se manejan en las mentes de la secretaría técnica. Ronaldinho, Deco, Eto´o... Lahm, Alves, Benzema...
Pero el cambio no debe de centrarse únicamente en claves técnicas. Quizá la solución pasaría por una revolución que afectase incluso al sillón presidencial. La afición merece que de nuevo se le dote de alegría y de ilusión con un proyecto que les ponga la piel de gallina imaginando hasta donde podrán llegar esos jugadores y esa maquinaria aún por engrasar.
Habrá que estar a la espera de los acontecimientos.
Una grave desilusión. La crónica de una muerte anunciada.
En 2003 se inició un proyecto emprendedor e ilusionante en "Can Barça" comandado en la directiva por un pletórico Joan Laporta, guiado en el área técnica por un Frank Rijkaard deseoso de mostrar que tras un gran jugador se hayaba un entrenador en ciernes y encabezado por un jugador que llegó a asombrar al planeta, convirtiéndose en el mejor jugador del mundo: Ronaldinho.
Los frutos no se hicieron esperar más que una temporada de transición: 2 ligas, 2 supercopas de España y una Champions League conseguida tras una trepidante final en París. Sin embargo para desgracia del barcelonismo el punto de inflexión que fue la consecución de éste último trofeo supuso un duro agravio al proyecto ya que la sensación de tocar el cielo puede ser sumamente estimulante, a la par que gravosa.
La temporada siguiente sin embargo fue un rotundo fracaso, no alzándose el equipo con ninguno de los títulos a los que aspiraba..., como ha ocurrido en la próximamente clausarada sesión. Se cimentaron los cimientos del principio del fin.
Actualmente estamos ante un equipo que ha trasladado su crisis de resultados y de juego al panorama institucional. Aquel Laporta que ilusionaba a la afición se ha convertido cinco años después en una especie de monigote mediático que no favorece en absoluto a los intereses del club, buscando más el suyo propio. Intentando relanzar una carrera política que se asomó ya en la época de la creación del Elefant blau dota al club de una perspectiva política que poco o nada tiene que ver con el verdadero espíritu de un club deportivo como es el Barça. Y es que el F.C. Barcelona es y será siempre un club deportivo. La perspectiva del Més que un club no debe de extrapolarse a la idea de usar como adalid a una entidad deportiva para la consecución de un sinfín de objetivos políticos.
Desde luego ahora estamos ante una larga etapa de reflexión. Los cambios se avecinan. Pero la afición clama por el que éstos no sean meros parches, sino cambios profundos en la forma de hacer las cosas; en síntesis: en la concepción del club. No como un objeto con fines mercantilistas o un bastión político. Es extraordinario que tu club aparezca en campañas publicitarias como las de Nike a nivel internacional porque contribuyen a que el aficionado de a pie se sienta aún más si cabe orgulloso de apoyar a unos colores; es muy positivo que el seno de un estadio sea un lugar en el que, como ha ocurrido históricamente, la gente pueda hallar un centro en el que la libertad de expresión sea la protagonista. Pero como veis éstas ideas no tienen que relacionarse con las primeras en absoluto.
El punto de mira en primer lugar se centrará en el banquillo y en los jugadores de la plantilla. Ya suenan Pep Guardiola y Luis Enrique (como segundo entrenador) para sustituir a Rijkaard; un auténtico listín de nombres de altas y bajas ya se manejan en las mentes de la secretaría técnica. Ronaldinho, Deco, Eto´o... Lahm, Alves, Benzema...
Pero el cambio no debe de centrarse únicamente en claves técnicas. Quizá la solución pasaría por una revolución que afectase incluso al sillón presidencial. La afición merece que de nuevo se le dote de alegría y de ilusión con un proyecto que les ponga la piel de gallina imaginando hasta donde podrán llegar esos jugadores y esa maquinaria aún por engrasar.
Habrá que estar a la espera de los acontecimientos.
Al menos a los aficionados al fútbol nos queda el consuelo de que este verano disfrutaremos de una Eurocopa que se antoja apasionante y en la que quizá España consiga pasar por fin de los cuartos de final.
1 comentario:
Acertadísima reflexión. Encuentro sensacional la descripción de Laporta como monigote mediático. Esa descripción se ajusta perfectamente a su intervención en la última asamblea de peñas, en la que protagonizó una actuación lamentable.
Yo le considero el principal responsable de los males de este equipo puesto que cuando perdió a Rosell, que era el que realmente sabía, ha dirigido los destinos del club de forma caprichosa y ha fomentado la actitud pasota de los jugadores fomentando el divismo y la incorrección.
Coincido, pues, en que hace falta un cambio total pero veremos si Cruyff lo permite.
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