martes, 13 de mayo de 2008

República Dominicana: Punta Cana y Bayahibe

Aunque ya realicé este viaje haces meses, como muchos de vosotros ya sabreis, no ha sido hasta ahora cuando me he decidido a redactar un artículo detallando mis peripecias dominicanas. ¡Espero que lo disfruteis!.

A pesar de que la República Dominicana es una isla y con carácter consetudinario siempre ha sido costumbre llegar a éstas en barco, en este caso sin emabargo la opción elegida para llegar a ella no fue otra que la de hacer uso de esa maravilla del mundo moderno llamado avión. Como todos sabemos existen aviones y aviones: grandes, pequeños; vacios, llenos, totalmente llenos... El nuestro fue una combinación del primer y el último calificativo: un Boeing 747 con algo más de trescientas personas en su interior. Lo de menos es que fuese un chárter con una compañía de bajo coste...


La fauna de pasajeros la componían dos tipos: los recién casados y los universitarios en pleno viaje de fin de curso; unos profundamente acaramelados, otros tremendamente ruidosos. Sin embargo como ya podeis imaginar yo no estaba encuadrado en ninguno de esos dos grupos, sino en un grupo totalmente aparte: el viajante solitario. Este espécimen, mezcla de trotamundos de antaño con otros caminantes del planeta como el peculiar Labordeta, se caracteriza por la realización de determinados viajes en solitario, sin tener en cuenta las consideraciones secundarias, tales como su salud mental, la paz del ecosistema, y multitud de otras ideas...

Tras un viaje de 9 horas, desde el aeropuerto de Madrid-Barajas al de Punta Cana, llegamos a tierras dominicanas. El aeropuerto de Punta Cana es sin lugar a dudas uno de los más curiosos del Mundo, sin lugar a dudas. Se caracteriza por tres elementos clave: el primero es el de las palapas que hacen las veces de techos de la terminal única del lugar; el segundo, la recepción a los turistas en forma de foto (¡obligatoria!) de recuerdo acompañado siempre de dos lugareñas; por último, por la tremenda avalancha de "personal del aeropuerto" que se presta a acompañarte los escasos cincuenta metros que separan las cintas transportadoras de los taxis.

PUNTA CANA

Punta Cana viene a ser algo así dentro de una de las regiones administrativas que dividen la República Dominicana; en este caso, La Altagracia. Normalmente se conocen los centros turísticos por las playas que los bañan. En este caso nuestra presencia se ciñe a las siguientes: Playa Bávaro, Playa El Cortecito (vaya nombre, lo se...) y Playa Los Corales.

PLAYA BÁVARO

Bávaro fue, por así decirlo, el principal centro de operaciones de nuestra aventura por Dominicana. Toda ella es un grandísimo conglomerado de resorts de algunas de las compañías más importantes del panorama europeo español, aunque cabe decir que la presencia internacional está empezando a emerger. Sin embargo sigue y seguirá siendo un auténtico filón para los intereses de algunas multinacionales con sello español.

Ésta playa es la más conocida de las que componen Punta Cana: según los catálogos de las agencias de viajes las mejores playas están ahí (hecho discutible) y la mayor parte de la fiesta isleña (¡eso sí es cierto!). La cultura que impera en Bávaro es la del "todo incluído", a saberse: turista que paga un precio ridículo en proporción a el de otros destinos, y que dispone de alojamiento y barra libre tanto en los buffet como en las discotecas que se encuentran dentro de los centros hoteleros. Podreis pensar que "a priori" es la mejor forma de arruinar a los propietarios de un resort, pero cambiareis de idea cuando asomen las ideas de granel y extras. A modo de ejemplo, las bebidas de importación había que abonarlas a parte y a unos precios en ocasiones superiores a los que podeis encontrar en España. De ahí que el recurso fácil, al hablar del salir de noche, sea el tirar de la bebida nacional: cerveza (básicamente Presidente, conocidas por los lugareños como "frías") o el ron (Brugal básicamente).


Habitualmente en la mayoría de los resorts el turista medio suele ser europeo (españoles, franceses e italianos, básicamente) y algún que otro canadiense. Está bastante centralizado el tipo de turista y eso hace que el ambiente en general siempre sea el mismo como nos comentaba gente del país.

Las playas son de arena fina y blanca y el agua es teóricamente cristalina, aunque con el paso del día (tradúzcase en acumulación de mierda proviniente de los frondosos palmerales) deviene en un color esmeralda. En cualquier caso siempre está en idéntica temperatura. El tumbarse en la orilla con un mojito en cada mano y dejándose llevar por el vaivén de las olas es una experiencia simplemente inolvidable...

Pero claro, como todo tiene sus inconvenientes. La oferta cultural es nula, ya que la zona no se especializa en ser un lugar en el que la cultura taína dejase remanentes de su historia, por lo que la única opción posible para matar las horas (sí, finalmente al pasar más de una semana se trata de encontrar ocupaciones...) es rescatar el folleto del hotel a fin de buscar alguna actividad de ocio que sea del gusto del turista de a pie. Bucear entre delfines o visitar alguna isla algo recóndita son básicamente la oferta existente.

Dios creó el día, y con ella la noche, y con ella la isla hierve. El aluvión de turistas teledirigidos a las discotecas de moda aún sigue sorprendiendo a los propios dominicanos. Como viajante decidí experimentar los tres tipos de discotecas posibles de encontrar en un país caribeño.

Areito: sí llegasteis a sobrevivir a un bodrio como Dirty Dancing 2 sabreis de lo que os hablo. Es por excelencia la típica discoteca dominicana. Repleta hasta los topes de lugareños, imaginaos a Fred Astaire algo más moreno y con un alma salsera y sabreis del perfil del bailongo del que os hablo. No es que precisamente estos ritmos me atraigan, aunque la experiencia fue tremendamente divertida. Salsa, merengue..., y bien entrada la noche y de colofón... reaggeton. Por ahí si que no paso...

Montecristo: una discoteca reconvertida en sala de conciertos. La decoración se asemeja a un cortijo andaluz pero con unos toques caribeños. El asistir a un concierto de uno de los "grandes" del merengue fue una experiencia curiosa e inolvidable; tan curiosa e inolvidable que he olvidado por completo el nombre del artista en cuestión.

Mangú: ésta sí que estaba bien. Repleta de turistas es un calco de cualquier discoteca que podemos encontrar en Barcelona. Tenía dos pisos y, con dos pisos, dos ambientes: planta de abajo música caribeña, planta de abajo música dance; planta de abajo, el sano; planta de arriba, el insano. ¿A donde creéis que fuímos a parar?. La planta de arriba era brutal, muy divertida, aunque al final de la noche eso parecía Sodoma y Gomorra. Las y los gogo´s daban ritmo a un ambiente repleto de turistas de varias nacionalidades, aunque cuanto más iba avanzando la noche la afluencia de ingleses (tipo hooligan) y alemanes (tipo Oktoberfest) era masiva, hasta el punto de que varios de ellos hicieron gala de una secreta y profunda camaradería sustituyendo a los gogo´s en las tarimas. Una estampa imborrable.


Tropicana Garden: sin lugar a dudas, mi favorita con diferencia. Eso sí, la más cara. Unos 20 dólares la entrada, traducidos en los 15 que podeis pagar en la mayoría de discotecas de nuestro país. Localizada en una antigua cueva pirata, la caverna posee una sonoridad tal que los amplificadores brillaban por su ausencia. Encontrareis ahí las que son para muchos las mejores sesiones de dance de la isla.

El resto del tiempo uno puede dedicarlo a las llamadas actividades lúdico-deportivas, tales como el golf o el tenis. Una buena forma de recuperar ese swing perdido o de emular a Rafa Nadal con un calor asfixiante. Incluso si uno se anima puede optar por los famosos hobbycats o por los kayaks: ambos son la mejor forma de hacer deporte de una forma sorpresiva; uno por que el susodicho en cuestión se quede sin viento que le impulse; el otro caso porque uno compruebe que eso de remar con una canoa no estan fácil como parece. Por cierto, la experiencia de volver a nado a doscientos por hora perseguido por tiburones es sumamente reconfortante.


PLAYA EL CORTECITO

Aquí se focalizan la mayoría de los chiringuitos de la zona que se especializan en la venta de marisco especialmente a un precio muy económico. En mi caso me decanté por uno de los más conocidos de la zona: Capitán Cook. Por unos 5o dólares puede uno pegarse un auténtico festín con cangrejos, langostas, y demás frutos del mar, amén de barra libre de cerveza (ilimitada por tanto). Lo malo es que tras los cafés vienen los insistentes cigarreros a venderte puros y alguna que otra compañía en forma de fémina...


La mejor forma de llegar al lugar es con un taxi compartido (la costumbre habitual de pagar los taxis por cabeza llega también a tierras caribeñas); y la mejor de salir es en barca en dirección a la Playa Los Corales, porqué no decir la verdad, con unos cuantos litros de cerveza en la sangre...

PLAYA LOS CORALES

Soles Bar es el ejemplo perfecto de los que es Playa Los Corales. Un local de chill-out en un enclave totalmente paradisiaco. Llegar al atardecer y dejarse llevar por el efecto alucinógeno de las sustancias que flotan en el ambiente es lo corriente. Regentado por argentinos y chilenos es uno de esos locales que contribuyen a lo que se llama calidad de vida.


BAYAHIBE

El otro extremo es Bayahibe, un humilde pueblo que dispone de pocos resorts bastante tranquilos, que se encuentra a pocos kilómetros de una de las capitales de la nación: La Romana (ciudad en la que posee como en todo el país un excelente cartel el que para muchos debería de ser el presidente de República Dominicana: Julio Iglesias). Para llegar a este lugar hay que cruzar durante una hora y media más o menos parte de la monstruosa red de carreteras del país, jugándose la vida en el intento, y visitando de forma relámpago de paso la ciudad de Salvaleón de Higüey, una Calcuta al más puro estilo caribeño.

En esta localización no existe, en absoluto, el tumulto que podemos encontrar en Punta Cana. El perfil del turismo es mucho más familiar, y la afluencia española es escasa, a pesar de que la zona se encuentra profundamente influenciada por nuestro país.

Todo es mucho más tranquilo. Uno renuncia a la fiesta y al desmadre por un enclave mucho más relajado, en el que se encuentran algunas de las mejores playas de todo el Caribe. La reflexión y la introspección se dan cita en estos momentos. Uno se plantea cualquier pregunta que antes quizá no se habría planteado, en busca de respuesta: ¿fichará Kaká por el Madrid?, ¿existe el Más Allá?, ¿tendrán sexo los ángeles?...

Como podeis imaginar la anécdotas se limitan a la visita dentro de lo posible a una playa francamente bonita y rodeada de un gran enclave natural: la naturaleza en estado puro. Esta frase realmente va a misa. Una auténtica fauna de insectos y reptiles hacía su aparición cada vez que se volvía a la habitación.

Y finalmente de vuelta a España, tras un periplo caribeño de un mes, y con un bronceado y un nulo afeitado que casi impide que a uno se le reconozca a su vuelta. Las fotos están ahí y los recuerdos son imborrables. Toda una vivencia.

En resumen, la República Domiminicana es uno de esos países con una magia y un encanto especial. La forma de vivir de sus habitantes y la concepción de que éstos tienen de la vida es sin lugar a dudas el mayor atractivo de su vida al más puro estilo caribeño. Como dicen los angloparlantes un viaje "must have".

1 comentario:

El Cinema de Hollywood dijo...

Excelente resumen de tu periplo por la antigua "Española". Me quedo, sin lugar a dudas, con tus irónicos comentarios sobre determinadas "situaciones" vividas en la isla.